La necesaria ampliación de la Alianza y un posible acuerdo sobre las islas Malvinas/Falkland con el Reino Unido
La guerra de Rusia contra Ucrania, las operaciones de desestabilización de Moscú en Oriente Medio y África, la postura cada vez más agresiva de la República Popular China, como demuestra la destrucción de la autonomía de Hong Kong, la creciente intimidación política y militar de Taiwán y la destrucción de las identidades nacionales tibetana y uigur, han alterado profundamente el proceso de globalización en curso desde hace unos cuarenta años. En general, el orden internacional basado en el respeto de la ley ya solo concierne a una parte del mundo. Todo indica que esta situación se prolongará y dará lugar a un mundo dividido en tres bloques: el bloque de los regímenes autoritarios y totalitarios, en torno a China y Rusia; un «bloque occidental», en torno a Estados Unidos, que agrupa a los países democráticos; y, entre ambos, un nuevo bloque de países «no alineados», entre los que se encuentran India y varios países de África, Asia, Oriente Medio y América Latina, que fluctúan entre el primer y el segundo bloque en función de sus intereses o de sus dependencias económicas, financieras o de seguridad. Ni siquiera la posible elección de Donald Trump podría poner en duda esta tendencia fundamental. En cambio, incluso una victoria parcial rusa en Ucrania debilitaría permanentemente al bloque «occidental».
En estos tiempos revueltos, este «bloque» solo cuenta con un verdadero instrumento para resistir a los propósitos imperialistas del bloque autoritario: la OTAN. Esta alianza defensiva demostró su idoneidad durante la Guerra Fría y, se quiera o no, ante la agresión de Rusia contra Ucrania. Pero no todos los miembros del bloque «occidental» son parte de la Alianza. Aquí no nos referimos a Ucrania, cuya pertenencia futura a la OTAN es ya un hecho. Siguen sin pertenecer a ella Japón, Australia, Corea del Sur, Nueva Zelanda e incluso Filipinas. Sin embargo, esta ampliación «mundial» es imperativa. No todo el mundo lo ha entendido todavía.
Por ejemplo, París se opuso a la apertura de una oficina de la OTAN en Japón. Se trata de un obstruccionismo que es más incomprensible por el hecho de que la seguridad de los territorios franceses del Pacífico (Polinesia y Nueva Caledonia) depende en última instancia de la disuasión mundial que solo Estados Unidos puede garantizar.
Pero la oportunidad de ampliar la OTAN no debería limitarse a Asia. Más aún cuando un país manifiesta abiertamente su interés por pertenecer a ella, como ha hecho Argentina a través de su presidente, Javier Milei.
Lamentablemente, el interés de Argentina choca con la disputa que sigue existiendo entre Buenos Aires y Londres por la guerra de las Malvinas. Sin embargo, la aspiración de Argentina de ingresar en la OTAN podría brindar al nuevo Gobierno de Keir Starmer y al presidente Milei la oportunidad de poner fin al contencioso de las Malvinas e iniciar un nuevo capítulo en las relaciones argentino-británicas.
Un acuerdo entre Reino Unido y Argentina podría estructurarse del siguiente modo:
● Siguiendo el ejemplo del Principado de Andorra, el monarca británico y el presidente argentino podrían ser conjuntamente los jefes de la región autónoma de las Falkland/Malvinas.
● El estatuto de autonomía de las Islas Malvinas/Falkland permanecería fundamentalmente inalterado. Los habitantes de las islas conservarían el control general de la política interior y de los recursos pesqueros en el mar territorial (12 millas náuticas). Además de su nacionalidad británica, los residentes obtendrían la nacionalidad argentina.
● Reino Unido y Argentina gestionarían conjuntamente la explotación de los recursos en la zona económica exclusiva (200 millas náuticas). Argentina designaría a un ministro encargado de aplicar estas políticas, que actuaría de común acuerdo con su homólogo británico.
● La defensa del territorio y de su zona económica exclusiva se garantizaría conjuntamente con las fuerzas armadas británicas y argentinas.
Un acuerdo así entre Reino Unido y Argentina permitiría también el levantamiento de todas las restricciones diplomáticas y económicas que aún lastran sus relaciones bilaterales y crearía las condiciones para que Reino Unido apoyara la candidatura de Argentina para pertenecer a la OTAN.
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